sábado, 7 de junio de 2008

ALBERGARIA LA BELHA-PORTO







DISTANCIA: 101,77 km.
TIEMPO: 7h 34´ 09´´
AVS: 14,7 km/h
MAX: 71,1 km/h

Que me perdonen los puristas, pero me gusta utilizar los nombres correctos de los lugares que visito. Después de levantarnos y dar un repaso a nuestras monturas, comprobando que las reparaciones han hecho el efecto deseado no presentando complicaciones, nos vamos a desayunar al lado de la estación de tren, en concreto justo detrás, y los dulces, como siempre, muy muy ricos, excelente desayuno que nos da las fuerzas necesarias para emprender de nuevo nuestro Camino. Pasamos por el Cuartel a recoger la ropa limpia y a sellar los billetes de autobús, para partir rumbo a Porto. La ropa no ha secado del todo, pero con un poco de efecto invernadero creemos que valdrá. Dejamos la llave en el buzón según las instrucciones dadas por el cura, junto con una nota de agradecimiento y unos eurillos por las molestias. Se me olvidó decir que en el pasillo se encontraba ropa usada limpia y clasificada para entregar a los pobres, así que estábamos junto a un cura con buenas intenciones sociales.
Las flechas nos llevan desde la puerta de los Bombeiros pasando por el restaurante donde cenamos. Enseguida dejamos el asfalto para meternos entre eucaliptos bastante altos, aunque no demasiado gruesos, que da idea de cómo es en realidad todo Portugal, enormes bosques, aunque la mayoría jóvenes. En este punto ojo con los mosquitos que te acribillan incluso montado en la bici a buena velocidad.
Desde el principio de la etapa notamos como ha habido un pequeño cambio sustancial en la colocación de flechas, además nos cruzamos con un par de peregrinos a pie en dirección a Fátima siguiendo sus flechas azules que nos preguntan si van en la dirección correcta. Pues como digo, el equipo que puso las flechas, bien por falta de mejores soportes, algo menos de imaginación o cualquier otra escusa que pudiera venir al caso, resulta que no está demasiado ducho, con lo que después de venir malacostumbrados al gran numero y mejor colocación de las flechas, pasamos a verlas en el suelo, con su consiguiente degradación rápida, además de rozar la ilegalidad en materia de tráfico, que nos hace ir con los 5 sentidos pendientes de las mismas. Además han utilizado una especie de tablillas de color amarillo para colocarlas con puntas en los árboles, habiéndose movido varias de ellas y llevándonos a caminos entre las sierras sin buena salida. Gracias a un parroquiano que iba en bici nos ponemos de nuevo en el buen camino, combinado con algo de asfalto y algunos enlaces de unos pocos metros por la N-10, que a estas alturas de semana y por la hora tiene bastante tráfico. Paradita para comprar alimentos en un súper y de paso comer alguna cosita y de nuevo puesta en marcha.
En estas fechas las máquinas se encuentran colocando nuevo asfalto en la Nacional, lo que complica un poco la señalización, además de colocar señales nuevas que nos despistan un poco, pero dentro de lo que cabe vamos siguiendo las flechas, aunque ya la tierra ha desaparecido, siendo en su totalidad caminos vecinales asfaltados. Paradita para comer junto a unos eucaliptos y empieza nuestro calvario, perdemos un par de veces las flechas, aunque estamos seguros que en algún momento han estado allí pero alguien las ha quitado, incluso en alguna ocasión parecía como si hubieran pintado con spray gris encima..., en fín que son las 5 de la tarde y nos quedan unos 30 km. para el destino fijado para hoy, que además nos obliga pues no hay albergues en medio, o hacemos cuatro kilómetros hacia atrás, o llegamos, y como somos como José Tomás, que preferimos una corná que un paso atrás, queda decidido.
Avanzamos unos cuantos kmts. y a la izquierda, entre dos camiones vemos una flecha amarilla muy mal hecha que nos indica hacia abajo, pues allá vamos los tres por un camino que más parece un cortafuegos de algo más de un km. Con una pendiente enorme, piedra suelta que en algunos casos nos obliga a parar para evitar accidentes y cuando llegamos abajo... nada, pero nada, nada, ni una flecha, ni ninguna indicación, volvemos a mirar, avanzamos en cualquiera de 3 sentidos posibles en busca de una nueva indicación y nada. La guía nos sirve de poca ayuda, pues si ya de por sí el mapa es poco menos que una línea que se limita a unir las poblaciones por las que pasamos, pero solo con los nombres de las que no están indicadas en los carteles, las explicaciones son espartanas y poco menos que inútiles. Preguntamos a un lugareño que con su buena intención nos manda a la autopista..., las 7 de la tarde, con 25 km. Por delante y una decisión que tomar, pues encendemos GPS, nos encomendamos al santo que ha de proteger las baterías y hacer que duren mucho y buscamos enlaces desde donde estamos con Porto. Lo encontramos pronto y seguimos carreteras secundarias con muy poco tráfico con dirección Norte, que se va haciendo más intenso a medida que nos acercamos a una gran ciudad. Al tomar contacto visual con la costa a unos 12 km. del destino ya somos parte del tráfico rodado. Lo primero que se observa es el cambio radical del ambiente rural y tranquilo que se respira a lo largo de tantos kilómetros, el cual es desplazado por el tráfico, las prisas y la multitud, pero vamos más pendientes de nuestro problema de llegar con hora que no hacemos demasiado caso al ambiente externo. Como en estas condiciones no es demasiado agradable ir en bici, siempre desde mi punto de vista, pues los kilómetros van pasando sin pena ni gloria hasta que por fín, como por arte de magia, aparecen de nuevo las flechas amarillas, delante de El Corte Inglés y pocos metros antes de la bajada que nos ofrece una bellísima estampa de Porto, justo cuando el sol empieza a bajar deprisa, pues no queda más de una hora de clara de día. Nos hacemos unas fotos con la ayuda de un lugareño que se presta a ello y pasamos unos minutos relajándonos de tanto ajetreo, pues la vista invita a ello. Esta ciudad, desde la distancia, no se parece en nada a Lisboa, rebosa limpieza por todos lados, gran variedad cromática en sus fachadas, en fín, que predisponemos a nuestros corazones pues parece que se ha acabado nuestra penitencia y la corta estancia va a ser bastante agradable, y no nos podíamos imaginar cuanto...
Bajamos hasta el puente de hierro, única entrada posible en la ciudad para nuestro medio de locomoción y las flechas nos llevan hasta la zona del antiguo puerto, que ahora es zona de restaurantes a pie de río. Preguntamos a los camareros por los Bombeiros y junto a las explicaciones nos dotan de un detallado mapa de Porto con todo lujo de detalles. Como buena ciudad a la ribera de un gran río, desde donde nos encontramos es toooodo cuesta arriba y me equivoco en el último giro que nos va a dar detrás de la estación de tren, en el cuartel de Bombeiros equivocado, pues estos son los zapadores, y bendita equivocación.
Nos colamos evitando la barrera que impide el acceso a vehículos y preguntamos si nos pueden dar alojamiento esa noche, a lo que nos dicen que nos hemos confundido, que el cuartel de los voluntarios está un poco más arriba, pero cual no sería nuestra cara que nos piden que dejemos las bicis a un lado, entre los camiones y que pasemos a beber agua fresquita, que en un momento llaman para que, en caso de no haber sitio, no tengamos que hacer el viaje en balde, a lo que sale el Chefe del destacamento y nos dice que nos quedamos a comer un arroz con Camaroes, que vamos a ver lo rico que está, y estos cuerpos no estaban para hacer ascos a nada, así que nos sentamos y aparece otro bombero que resulta ser el presidente de la asociación cicloturista de dicho Cuerpo de Bombeiros, entablamos conversación y nos pide que le dejásemos fotocopiar la guía que llevamos, pues tienen previsto hacer el Camino desde Porto. Entre medias el Chefe empieza a poner la mesa con manteles individuales, todas las mesas unidas y buen pan portugues en el centro, y en ese momento coloca la cazuela con el arroz para comer al menos 15, nos sirven a nosotros primero, como buenos invitados. Justo cuando ibamos a empezar a comer nos confirman que hay sitio en el Cuartel de los Voluntarios para poder dormir sin problemas, que ese tema ya lo han resuelto.
Independientemente del cansancio, del hambre de un buen plato de comida caliente casera, de un poco de “calor de hogar” no podemos tener más que elogios por las manos de ese cocinero, el arroz estaba riquísimo, con gambas y unos trozos de delicias de cangrejo, pero mucho más gruesas y que no se habían desecho incluso despues de cocer con el arroz, y solo hacía insistir en que el marisco era congelado, que si fuera fresco entonces nos chupábamos los dedos. Será cuestión de probarlo..., además sacó una botella de vino del Alentejo, de al lado de casa, con paladar parecido al Monasterio de Tentudía.
De postre una buena bica, o dicho aquí, un café solo, corto y muy cargado, delicioso, como buen café portugués, alguna foto de todos comiendo y entramos en conversación sobre el Camino. JD le regaló un maillot del Memorial de Carlos Cuadrado, y Juanito le dio la guía que llevábamos de reserva por si se rompía la mía y aún así se nos hizo poco por el trato que recibimos en tan acogedor lugar. Fuimos hasta donde tienen las herramientas y procedimos a limpiar la bici de Juanito, que había empezado a dar problemas de cadena, que como tenían todo lo necesario se hizo en un momento. Nos entregaron un banderín de la Compañía y nos enseñaron los equipos de submarinismo para emergencias tanto en el Duero como en el mar, y la verdad es que quedamos impresionados. Luego nos acompañaron hasta el sitio de pernocta, bien avanzada la noche, pues rondaban las 11, nos despedimos y nos recomendaron una tienda de bicis, por si necesitásemos algún repuesto antes de salir, pues íbamos a estar bastantes kilómetros sin encontrar ninguna tienda especializada.
Al ir a ducharnos, que todavía no nos habíamos duchado, el agua sale fría, tarda en resolverse varios minutos, pero como en todos los sitios donde dormimos, se desviven con los invitados, no es broma, es digno de admirar el respeto que tienen los portugueses por los que hacemos la peregrinación, así que al final agua calentita y cuando nos vamos para la cama escuchamos fuegos artificiales en la calle. JD se encuentra perfectamente acoplado con su colchón y no da señales de vida, así que los dos que quedamos para la calle a ver un espectáculo de teatro en la calle con música, pasacalles, gigantes, petardos y bengalas hasta cerca de la 1 de la madrugada. Creo que ninguno de los dos tardó más de un minuto en dormirse.

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